por Aldo García Ávila
Desapariciones
“Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino.” Estas palabras del poeta Juan Gelman forman parte de una carta publicada en el semanario Brecha el 23 de diciembre de 1998 en Montevideo. La misiva fue dedicada a su nieta o nieto: la falta de certeza es a propósito, pues Juan Gelman desconocía en ese momento el género de aquel bebé que también llevaba su sangre.
El 24 de agosto de 1976, un comando militar secuestró a Marcelo Ariel, hijo de Juan Gelman, y a su esposa Claudia, quien se encontraba embarazada de esa nieta o nieto del que hablaba el poeta. Con el paso de los años y a fuerza de no darse por vencido, Juan Gelman daría con el paradero de su hijo: fue asesinado de un tiro en la nunca y su cuerpo fue encontrado al interior de un tanque de doscientos litros en el canal de San Fernando, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Esa misma voluntad inquebrantable, de mano de organizaciones como las Abuelas de Plaza de Mayo, llevaría a que Juan Gelman se reencontrara con su nieta en junio de 2000, es decir, 24 años después de que la secuestraran. Lamentablemente, de Claudia no se tienen más noticias, pues a 44 años de su secuestro, se mantiene como desaparecida.
En 1980 Juan Gelman escribe Carta abierta, un libro conformado por 25 poemas dedicados a su hijo desaparecido. La última página de este poemario contiene una adenda con estas palabras: “como decenas de miles de otros casos, la dictadura militar nunca reconoció oficialmente a esos «desaparecidos». Habló de «los ausentes para siempre». Hasta que no vea sus cadáveres o a sus asesinos, nunca los daré por muertos.” La crítica literaria considera Carta abierta como una extraordinaria exploración del dolor que significa la muerte de un hijo. Desde el punto de vista lingüístico, este poemario además es una veta muy rica en neologismos que Juan Gelman articula para aumentar las tensiones y distensiones que implica expresar emociones a través de la poesía. Muy probablemente, Carta abierta es el crisol de este rasgo de la obra de Juan Gelman: la formación de nuevas palabras.
En el poema IV de este libro, aparece uno de los verbos que han distinguido su arte poética: desmorir.
con la cabeza gacha ardiendo mi alma
moja un dedo en tu nombre/escribe las
paredes de la noche con tu nombre/
sirve de nada/sangra seriamente/
alma a alma te mira/se encriatura/
se abre la pecho para recogerte/
abrigarte/reunirte/desmorirte/
¿Cómo entender el significado del verbo desmorir? Más importante aún, ¿existe el verbo desmorir? ¿En qué medida la lengua permite que desmuera el cuerpo ausente, desaparecido, muerto de las personas? El verbo, por más extraño que pudiera parecernos, existe. Además, es la lengua cotidiana la que ofrece elementos para asomarnos a las entrañas de sus significados posibles.
La creatividad léxica
Como hablantes de una lengua –cualquiera que sea–, día con día, aprendemos e integramos a nuestro léxico mental todo tipo de palabras; por ejemplo, esos vocablos exóticos que siempre deleitan, como paparrucha, ‘noticia falsa’ (que algunos hispanistas prefieren en lugar del anglicismo fake news); iridiscencia, ‘reflejo de colores distintos, como los del arco iris’, o inmarcesible, ‘que no se marchita’, entre muchos otras. De forma paralela, hemos aprendido e interiorizado esquemas de formación, los cuales funcionan como plantillas que producen palabras nuevas a partir de palabras preexistentes en la lengua. En español, disponemos de una cantidad muy grande de esquemas formativos constituidos sobre todo por prefijos y sufijos. Ahí donde haya una de estas partículas, sabemos que existe un esquema de formación de palabras, aunque, claro, no son los únicos en su tipo:
- [XN+-eríaN]N → (gasolina-) + (-ería) = gasolinería
- ‘lugar donde se vende gasolina’
- [im-+posibleAdj]Adj → (im-) + (-posible) = imposible
- ‘que no es posible’
- [XN+-earV]V → (color-) + (-ear) = colorear
- ‘darle color a una superficie u objeto’
- [XN+-eríaN]N → (gasolina-) + (-ería) = gasolinería
Los ejemplos muestran la complejidad estructural de estos esquemas, pues especifican la categoría gramatical de la palabra que lo constituye (sustantivo, adjetivo, verbo, etc.), así como la propia categoría que asigna el prefijo o sufijo en turno, en virtud de que estas partículas también están en condiciones de tener categoría gramatical. Al ejercer nuestra capacidad lingüística, disponemos de estos esquemas con la misma facilidad, agilidad e ingenio con que emplearíamos cualquier palabra. Para ilustrar de lo anterior, baste la siguiente anécdota: hace algunos días, a propósito de la contingencia por el COVID-19, uno de mis contactos escribía en su story de Instagram “¡Los dinosaurios se desextinguen!”, para acompañar un video en el que se lo veía mientras jugaba con su pequeño sobrino, quien portaba un poderoso, pero enternecedor disfraz de T-Rex. Para utilizar un esquema de formación de palabras solo hace falta tener una necesidad expresiva o denotativa: la ternura que provoca un trajecito de dinosaurio, cuyo poder logra revertir cualquier hecho irreversible, incluso una extinción masiva.
Además de las complejidades estructurales, el significado, tanto de la palabra base como del prefijo o del sufijo, tiene una gran relevancia, pues los hablantes llegan a seleccionar rasgos muy particulares para expresar los más peculiares significados en la palabra nueva. El derivado fondear, por ejemplo, puede expresar diversos valores: ‘buscar en el fondo’; pero también ‘aplicar un fondo’ para pintar una superficie, o ‘reunir fondos monetarios para realizar alguna acción’, entre otros. Todo dependerá de cómo se interprete el sustantivo fondo en el proceso de formación de palabras y, más importante aún, el contexto en el que tenga lugar dicho proceso.
En suma, las interpretaciones culturales asociadas pueden quedar consagradas en la palabra nueva: amularse es ‘pasar a adquirir las cualidades de una mula’; una persona se amula cuando es remolona y con poca disposición al trabajo, pues estos comportamientos se asocian culturalmente a las mulas (después de todo, estos animales no tienen la culpa de que el ser humano los utilice para el trabajo pesado, ¿quién querría realizar voluntariamente el trabajo que hace una mula?); sin embargo, una persona tiene un rostro amulado, cuando es semejante, desde el punto de vista físico, al de una mula, aunque con toda seguridad la mayoría de los hablantes lo interpretará como en el primer caso, en tanto que es el significado que tiene mayor arraigo en la lengua.
La acuñación de nuevas palabras mediante esquemas de formación de palabras es uno de los fenómenos asociados a la creatividad léxica, una capacidad propia de cualquier hablante de una lengua. Esta creatividad léxica es la facultad de denominar, esto es, de otorgar un nombre a lo que ocurre en la realidad extralingüística y, como señalé antes, esta creatividad se rige por necesidades denotativas o expresivas. Dicho de otro modo, en el momento en que un hablante tenga la necesidad de expresar algo, la lengua pondrá a su disposición diversos mecanismos para subsanar esa necesidad: procesos de creación de nuevas palabras (“Los dinosaurios se desextinguen”), o bien, procedimientos fonológicos, sintáctico o pragmáticos.
El trabajo de un lingüista –entre otras cosas– consiste en describir este tipo de fenómenos y determinar si estos esquemas constituyen entidades diferentes o establecen algún tipo de relación, a partir de la cual uno estaría vinculado a otro. En ocasiones, la lengua proporciona elementos muy evidentes para identificar las diferencias y, otras veces, son más sutiles.
El poeta es un hablante común y corriente de su lengua
La lingüística, como disciplina, ha mantenido separadas, por un lado, la descripción de los fenómenos que ocurren en la lengua cotidiana y, por otro, los que suceden a nivel literario. Diversos especialistas han criticado esta postura teórico-práctica, bajo el argumento de que ambas realizaciones lingüísticas –la cotidiana y literaria– están en condiciones de ser ejercidas con la misma maestría por los hablantes y, en última instancia, el literato es un hablante de su lengua y la emplea de manera cotidiana.
Si el escritor quiere que lo entiendan, entonces los mecanismos que despliegue para la formación de nuevas palabras deberán ser lo suficientemente nítidos para que el lector desentrañe lo que pretende comunicar. Si el escritor opta por violentar alguna regla gramatical, entonces deberá tener en claro que dicha regla deberá ser muy evidente, para que la transgresión se comprenda y fomente el impacto expresivo de lo que se comunicará. De ninguna manera la acuñación de nuevas palabras o la transgresión consciente de reglas gramaticales deberá impedir u oscurecer la comunicación del mensaje, en tanto que estos fenómenos constituyen mecanismos que se orientan a fomentar el potencial expresivo del mensaje.
La gran mayoría de las formaciones novedosas que emplea Juan Gelman son gramaticales, en el sentido de que no constituyen transgresiones al sistema lingüístico; no obstante, el poeta suele llevar al límite de lo canónico este potencial expresivo de los esquemas de formación de palabras. Desmorir es un ejemplo de ello.
Valores semánticos del prefijo des-
En español, cuando el prefijo des- se aplica a verbos expresa, cuando menos, cuatro posibles significados. Cabe señalar que las propuestas descriptivas que muestro a continuación no pretenden ser exhaustivas, el prefijo des- es una de las partículas más complejas del español y sería imposible describir en este artículo los más finos comportamientos que manifiesta, pero sí es posible señalar los más generales y nítidos:
- Reversivo. Consiste en revertir el evento o proceso denotado por el verbo base: Juan pintó un muro vs Juan despintó un muro. Cuando des- se aplica a un verbo que expresa un proceso o un evento que se desarrolla en el tiempo, entonces suele generarse este significado reversivo.
- Suspensivo. Se refiere a que, de un momento a otro, el evento denotado por el verbo base deja de ocurrir: Juan afinó su voz antes de cantar, pero a media presentación se desafinó. Ocurre cuando des- se aplica a verbos que expresan un proceso o un desarrollo en el tiempo, pero que normalmente carecen de punto de término: en Juan hizo su tarea, el evento de hacer tiene un punto de término, en este caso des- revierte dicho proceso a partir de ese punto de término. Lo anterior no ocurre en Juan obedeció a su papá, pues desobedecer interrumpe una actitud o un comportamiento preexistente que no necesariamente tiene un punto de término.
- Privativo. Es negar un evento o impedir que tenga lugar: María confía en sus amigas, pero Juan desconfía de todas las personas. En ocasiones, solo el contexto donde ocurre el derivado permite distinguir si se trata de un evento suspensivo o de uno privativo. En este sentido, obedecer, como señalé antes, es ‘dejar de obedecer’, pero también puede ser ‘no obedecer’, entendido como un evento en el que antes no existía el obedecimiento como tal.
- Intensivo. Consiste en intensificar el evento que manifiesta el verbo base: Juan trabajó muy duro para entregar el proyecto, se desveló muchas noches para lograrlo. Este significado es el más peculiar que expresa des-, pues desvelar no es ‘dejar de estar en vela’ o ‘no estar en vela’, sino ‘mantenerse en vela prolongadamente’, semejante a desangrar (‘sangrar intensamente’) o desgastar (‘gastar algo en exceso’). Este valor semántico de la partícula des- es casi excepcional y aún es objeto de descripción, análisis y discusión por parte de los lingüistas.
Desde una perspectiva muy general, des- se distingue por ser una partícula con alto rendimiento en español, esto es, produce muchas nuevas palabras con gran facilidad, como en el ejemplo de desextinguir que referí antes. A pesar de ello, des- no se lleva del todo bien con eventos instantáneos no reversibles (en general, a des- no le gustan los eventos no reversibles), como explotar o extinguir, de ahí que desexplotar si bien es una estructura bien formada, constituye una anomalía semántica, al igual que desextinguir. De igual modo, des- tampoco es afín con verbos que denotan existencia o posesión, como ser, estar o tener, por ello destener nos resulta anómalo desde el punto de vista del significado. Lo interesante es que aunque son formaciones que presentan ciertas anomalías semánticas, los hablantes entendemos su significado sin problema alguno, pues el esquema se mantiene canónico, solo que su potencial expresivo se lleva al límite.
Desmorir o la posibilidad de revertir la muerte
En español, morir, en estricto sentido, es un evento instantáneo e irreversible. Claro está, nuestra lengua posee ciertas interpretaciones metafóricas de este verbo: Juan está muriendo lentamente; María muere por ver a su novio; Me estoy muriendo de cáncer, entre otros. En este caso, el dolor es tan agudo que la metáfora lo equipara con el indescriptible dolor que supone la muerte; sin embargo, morir es un cambio de estado instantáneo e irreversible, por el cual una persona deja de estar viva y pasa a estar muerta. Alguien podría contraponer que es posible revertir la muerte mediante el verbo resucitar; sin embargo, este último denota un evento diferente de morir y que paradójicamente también es instantáneo e irreversible, de ahí la anomalía que ocurre en desresucitar.
Con base en lo anterior, podemos formular algunas hipótesis en torno al significado de desmorir en función del contexto en el que aparece: “mi alma […] alma a alma te mira […] se abre la pecho para recogerte/abrigarte/reunirte/desmorirte.” En primera instancia, el significado intensivo se cancela, pues al menos en este contexto el poeta no desea que el hijo ‘muera intensamente’. Por lo tanto, son plausibles los significados reversivo, suspensivo y privativo. Aquí hay que ser muy cuidadosos, porque no es que estos tres valores semánticos participen al mismo tiempo, más bien afirmaremos que estos tres significados se encuentran latentes en el poema, de tal manera que el lector tendrá que elegir uno de ellos y descifrar la fuerza expresiva que la elección determine. El hecho de que el poeta ponga a disposición del lector una palabra con tal multiplicidad de significados genera una tensión que fomenta el contenido de lo que busca comunicar: el dolor que significa la desaparición de su hijo.
En suma, es posible que el verso, la estrofa o el poema en general tenga una interpretación si el lector opta por el significado reversivo, o bien, por los valores suspensivos o privativos. No es lo mismo revertir o interrumpir un evento, pues dicho evento tiene lugar, algo que no ocurre cuando se niega el evento, pues este simplemente no sucede.
Así, desmorir denota ‘revertir la acción de morir’ y también ‘no morir’. Los efectos expresivos y el impacto denotativo en uno y otro caso son igualmente diferentes:
- mi alma […] alma a alma te mira […] se abre la pecho para recogerte/abrigarte/reunirte/‘revertir el hecho de que mueres’.
- mi alma […] alma a alma te mira […] se abre la pecho para recogerte/abrigarte/reunirte/‘que no mueras’.
Como se aprecia, hice un poco de trampa para, en cierto modo, mantener el espíritu lírico del verso. La estructura sintáctica del verso exige las paráfrasis ‘(para) revertir tu morir’ y ‘(para) no morirte’. Si bien las interpretaciones son semejantes, en la primera la muerte ya ocurrió, algo que no sucede en la segunda interpretación y solo en esta existe la esperanza de que el hijo esté vivo.
Queda desentrañar los efectos expresivos del significado suspensivo. Para comprenderlo, me permitiré citar una precisión que Mario Benedetti escribiera en El desexilio y otras conjeturas:
En más de un sentido, un desaparecido es para los familiares casi más desesperante que un muerto. La desaparición convoca una dosis, por pequeña que sea, de esperanza, seguida siempre por una desesperanza atroz, que al día siguiente cede su sitio a una nueva esperanza, que nunca se da por vencida, y así sucesivamente. El muerto muere una sola vez, en tanto que el desaparecido muere todos los días.
Un desaparecido muere todos los días. Es muy probable que el poeta Juan Gelman padeciera esta sensación de muerte constante luego de que secuestraran a su hijo. Desde el punto de vista de la lengua, el prefijo des- con el significado suspensivo permite detener esta sensación, al mismo tiempo que incrementa su potencial expresivo:
- mi alma […] alma a alma te mira […] se abre la pecho para recogerte/abrigarte/reunirte/‘dejar de morirte’.
El hijo en calidad desaparecido vive al inicio del día para quienes esperan su llegada y la esperanza de que esté vivo se mantiene así hasta que llega el momento de dormir, instante en el que también se anula esa esperanza de que esté vivo: el hijo vuelve a morir. Esta muerte diaria es a la que se refiere Mario Benedetti y es también la que el prefijo des- pretende interrumpir.
Desmorir es, entonces, revertir la acción de morir, dejar de morir y no morir; sin embargo, el poema no expresa al mismo tiempo estos tres significados, más bien estos tres significados pelean por estar presentes y esta pugna es la que genera una tensión expresiva. El poema adquiere significado una vez que el lector elige alguna de esas posibilidades denotativas. Afirmar que los tres significados funcionan al mismo tiempo sería afirmar que el poema carece de significado, pues declarar que el poema dice todo implica que dice nada. Lo que sí crea Juan Gelman es la tensión entre estos tres significados, los tres se encuentran latentes en lo profundo de los versos, el lector desentrañara diversas fuerzas expresivas al elegir alguno de ellos.
Antes señalé que estos neologismos son canónicos y lo que hace el poeta es llevar a sus límites las posibilidades de un esquema de formación de palabras. Considero que no hay una transgresión gramatical, porque el esquema es normativo: un proceso de prefijación sin más. Lo que sí ocurre es una coerción semántica: el poeta es muy intuitivo al identificar los verbos que denotan eventos que podrían generar tensiones en la compatibilidad con el prefijo des-, justamente porque esta partícula pretende anularlos o revertirlos. No es que sea imposible desmorir, desde el punto de vista de la lengua, más bien no es esperable. La única forma que tienen las personas para revertir o anular la muerte es a través de los mecanismos que nos ofrece la lengua, ya sea en forma de poesía, ya sea en forma de nuevas palabras que inauguran posibilidades expresivas.
Cuerpos que mueren y desmueren
En 1979, Jorge Rafael Videla, quien encabezara tan solo tres años antes el golpe de estado que impuso una dictadura militar en la Argentina, afirmaba que el desaparecido era una incógnita y que mientras permaneciera en esa condición esa persona carecía de entidad y –concluía el dictador– no estaba muerta ni viva: estaba desaparecida. Años más tarde, en México, Felipe Calderón definiría en términos de daños colaterales a los muertos y a los desaparecidos de la llamada guerra contra el narcotráfico. Y hace tan solo un mes, Andrés Manuel López Obrador, actual presidente de nuestro país, declaraba que los feminicidios son una de las consecuencias de la degradación provocada por el neoliberalismo. En todos estos casos, el común denominador es ese: convertir a las personas en no-personas, es decir, en incógnitas, en conceptos abstractos e inasibles, en meras cifras, sin rostro y sin cuerpo.
México, nuestro país, es un Estado en el que las desapariciones están a la orden del día y, en este escenario tan doloso, las mujeres siguen siendo las más vulnerables. La lucha que han emprendido las mujeres es un estandarte que, si bien es solo suyo, pues ellas son las más violentadas, también se ha convertido en una linterna para que los hombres nos asomemos e iluminemos nuestro interior, con la intención de contemplar lo que hemos hecho en el ejercicio de nuestra masculinidad, ya sea por inconsciente interiorización o por alevosa ventaja. La lucha de las mujeres, como cualquier voluntad legitima que busca defender y proteger la dignidad e integridad humana, aunque es de ellas y solo de ellas, ha llevado a la humanidad a vernos con otros ojos. A través del grito de las mujeres, además, han encontrado voz y apoyo los familiares de esas personas con rostro, cuerpo y nombre que fueron reducidos a incógnitas, meras cifras o daños colaterales. Estas luchas nos han demostrado que todas las ausencias son una misma ausencia.
El sufrimiento, decía Juan Gelman al recibir el Premio Cervantes de Literatura 2007, es la única verdad de quienes sufren en carne propia la desaparición de algún ser querido o la muerte de ellos en circunstancias violentas. Por el contrario, continuaba el poeta, la verdad de los asesinos es la cobardía del silencio, que les permite prolongar sus crímenes y convertirlos en impunidad dos veces.
En ese mismo discurso, Juan Gelman citaba a San Agustín, quien veía a la memoria como un santuario vasto, sin límite, que nos permite evocar los recuerdos por el solo e íntimo ejercicio de nuestra voluntad. En el caso de los desaparecidos, decía Gelman, su rostro permanece sin descanso, sin que nuestra voluntad los convoque: es una ausencia que se funde en el ser de todas las personas que amaron y los amaron, que convivieron con los desaparecidos. Esta presencia ausente –continuaba el poeta– se hermana con una serie de preguntas cuya respuesta parece nunca llegar: “¿Cómo murieron? ¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué? ¿Dónde están sus restos para recuperarlos y darles un lugar de homenaje y de memoria? ¿Dónde está la verdad, su verdad?” Desmorir, en la poesía de Juan Gelman, es la posibilidad de revertir la muerte, de anularla y recuperar el rostro amado, de darle sepultura y otorgarle el lugar que la memoria le tenga resguardado en la eternidad. Desmorir es la posibilidad de recuperar el cuerpo ausente para atesorarlo en paz y con justicia en la memoria.
Excelente artículo. Estoy leyendo justo ahora (y recomiendo) el libro de Anne Boyer titulado «Desmorir»