Huésped de mí misma

1 abril, 2020

por Sofía Ramírez

I work in my prison, and make guests for myself

Emily Dickinson

I
La mujer que habito nombra al Dolor.
Se viste de blanco y deambula, casi flota,
por la penumbra de esta casa
que anuncia el amanecer.

Un lamento de palomas llama a la luz.

La mujer que habito escribe.
Su cerebro calla
los árboles se levantan entre las sombras.

La mujer que habito no ha elegido su alma
algo en su interior se convierte en arcilla.

II
La mujer que habito presencia un funeral:
el ataúd blanco y el olor a vainilla
le recuerdan sus pies sobre el mármol, su soledad.

Los dolientes hablan de esperanza
del ataúd blanco nadie resucita.

La mujer tiene una cita con los muertos
aplaza el encuentro entre el jardín y sus flores
entre las ligeras páginas que ha escrito
y los listones que las ordenan.

Una pequeña prisión nos protege a ambas
de la Verdad y la Belleza.

III
La mujer que habito no confiesa su secreto
como no lo hacen los lirios cuando crecen salvajes en el arroyo.

Nadie descifra el murmullo del viento
ni entiende que el mar del norte no se mezcle con el del sur.

El mismo muro invisible que separa los mares
es el que aísla las sombras en nuestra prisión.

IV
Conforme pasan los días, reconozco las gotas de sangre.
La habitación es pequeña pero suelo perderme.
Nadie viene a casa,
ni los niños en sus juegos
ni la señora que pedía caridad
– a veces soy ella pidiendo misericordia,
a veces me veo las manos tan blancas que me hacen llorar -.

V
La mujer que habito se sienta frente al escritorio
y escribe sobre el abandono, las voces de otros tiempos y los muertos.
Ella sobrevive a la noche y yo la envidio
– repulsiva emoción la envidia que no reconoce el rencor propio
ni la riqueza de una habitación tan pequeña
que me pierdo en su interior -.

La soledad juega con su sombra y me acompaña.

VI
Naufrago en cada sonido de campanas.

Los peregrinos rodean mi casa porque les doy miedo.

Los niños temen a los fantasmas que la habitan.

Yo maldigo hasta tres veces las sombras de los muertos que pasan.

Nadie está vivo.

Permanezco emparedada en el blanco de la noche.

2 Comments

  1. ¡Qué buen poema! «El mismo muro invisible que separa los mares
    es el que aísla las sombras en nuestra prisión.» Me encantó.

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