por Aldo García Ávila
Für meine Morita,
meinen Lebenslangerschicksalsschatz
¿Ficción o realidad?
El día de su boda, Klaus, un singular joven alemán, huye unas pocas horas antes de celebrar la ceremonia nupcial. Al final del día, luego de las vicisitudes que supone un escape así, vemos a Klaus esperar el tren en la estación de Farhampton, en Nueva York. En cierto momento, se encuentra con Ted, uno de los invitados a la boda, quien además conocía a Victoria, la futura esposa de Klaus. En seguida, Ted mantiene una breve plática con él y afirma que Victoria es maravillosa y le sorprende que no quiera casarse con ella. En seguida, Klaus responde:
Hay una palabra en alemán, Lebenslangerschicksalsschatz. La traducción más aproximada sería ‘tesoro del destino para toda la vida’. Victoria es fantástica, pero no es mi Lebenslangerschicksalsschatz. Ella es mi Beinaheleidenschaftsgegenstand, que quiere decir ‘el anhelo al que uno aspira, pero no es suficiente’. […] Lebenslangerschicksalsschatz no es algo que se desarrolla con el tiempo, es algo que ocurre de manera instantánea. Al igual que el agua de un río después de una tormenta… llenándote por completo y vaciando tus dudas… todo a la vez. Lo sientes en todo el cuerpo, en tus manos, en tu corazón, en el estómago, en tu piel, ¿alguna vez te has sentido así con alguien?
Este encuentro tuvo lugar en Nueva York, pero también pudo ocurrir en otra parte del mundo, pues así son las grandes ciudades: poseen tantos rostros que, tarde o temprano, nos veremos reflejados en alguno de ellos. Sí: Nueva York tiene una cara, una esencia particular, un carácter único, pero parte de su singularidad radica en la posibilidad de que esta metrópoli sea al mismo tiempo cualquier otro lugar del mundo. El carácter global de una ciudad como Nueva York no sólo está en lo político y económico, sino también en las anécdotas y emociones que en ella se viven: lo que ocurre en la gran ciudad tal vez no sea muy diferente de aquello que le sucede a alguien más a miles de kilómetros de distancia. Así, el encuentro en la estación de tren en Farhampton quizá no sea muy diferente del encuentro que acaso tuviera lugar en un parabús ubicado en una ciudad más pequeña.
Farhampton se convierte en el escenario para aguardar el tren, pero también para abordar la manera en que surgen los vínculos entre las personas y las palabras que inventamos para darles nombre, pues hay vocablos mágicos que se arropan con el abrigo del amor; ese mismo amor que con frecuencia nos lleva a contemplar el mundo y a contemplarnos a nosotros mismos con otros ojos, con otra mirada.
Palabras que existen y que no existen
Todos los días articulamos palabras, frases y oraciones, pero sólo en momentos muy extraordinarios nos detenemos a reflexionar acerca de ellas, como, por ejemplo, cuando escuchamos una palabra nueva, más aún si sabemos de antemano que no está en el diccionario. Entonces, con toda la autoridad que nos confiere la Real Academia de la Lengua Española, afirmamos que tal o cual palabra no existen y que, por lo tanto, carecen de validez.
Más de un hablante de español de México se sorprendería si supiera que la palabra birriería, no está registrada en el Diccionario de la Lengua Española, ¿este hecho es argumento suficiente para afirmar que no existe y rechazarla de nuestro inventario léxico? No, no es suficiente, pero algo es cierto: lo mejor que le puede pasar a una palabra es que pase a formar parte de una obra de consulta como lo es un diccionario; sin embargo, para cuando ese momento llegue, tendremos la certeza de que ya tendrá una total aceptación en una comunidad de hablantes.
Las siguientes frases muestran la interacción de usuarios en diferentes redes sociales. Cada una de ellas ilustra la creatividad lingüística de las personas en el habla cotidiana:
- El ancianito bonitoso que se sentó a mi lado en el bus se despidió de mí diciéndome que me mejore pronto porque me nota malita. Son mis alergias, pero gracias, bello ser. (publicación personal)
- Rafaguean a Cruz Roja en Guerrero; matan a 4. (encabezado de nota en periódico)
- La gente cancela citas como si uno pudiera andarse desbañando por la vida. (publicación en Twitter)
- Nos «encuaresmamos». Hoy no abrimos. (anuncio de una birriería)
Palabras como bonitoso, rafaguear, desbañarse y encuarsemarse son novedosas, pero antes de cuestionar su validez como vocablos legítimos del español, vale la pena destacar que los hablantes sin problema alguno podemos reconstruir su significado, a pesar de no haberlas escuchado antes:
1) El ancianito bonitoso… → ‘con cualidades que lo semejan a alguien bonito’
2) Rafaguean a Cruz Roja en Guerrero… → ‘atacar con ráfagas (de arma de fuego)’
3) …desbañando por la vida → ‘revertir la acción de bañarse’
4) Nos encuaresmamos → ‘ubicarse en la temporada de Cuaresma (y todo lo que ello implica)’
Esta capacidad de los hablantes es aún más sorprendente al constatar el complejo significado que posee cada una de estas palabras. Encuaresmarse, por ejemplo, implica que el hablante conozca lo que subyace a la Cuaresma, especialmente en los alimentos que se consumen en esta temporada. Por ello, si una birriería difunde una imagen con esta palabra, expresará que el lugar estará cerrado, pues no se come carne roja los viernes de Cuaresma: La birriería Robles se encuaresmó.
Estas palabras existen, pero además son totalmente gramaticales y válidas, pues son resultado de la aplicación de procedimientos lingüísticos canónicos y pertinentes. Dicho de otro modo, una nueva palabra existe desde el momento en que una persona siente la necesidad de expresar algo que carece de apelativo; en seguida, la lengua le ofrecerá diversos mecanismos para crear una palabra, una frase o una oración que le dé nombre a eso que anteriormente no lo tenía.
El español ofrece a sus hablantes un amplio abanico de procesos de afijación: -oso, en bonitoso; -ear, en rafaguear; des-, en desbañarse, y en-X-ar, en encuaresmarse. Lo cierto es que estas creaciones aún deben recorrer un largo camino para establecerse en la lengua y, en el mejor de los casos, quedar consagradas en un diccionario. En el proceso, esa creación léxica puede ser desplazada por otra palabra, o bien, puede ser rechazada por los hablantes. Son diversos factores los que propician que una palabra se establezca o no en la lengua de una comunidad de hablantes. Asimismo, el arraigo del vocablo puede ser muy rápido o muy lento. Todo dependerá de la propagación que alcance el término.
Y como señala Elisabeth Beniers: no debemos ignorar que los procesos de creación de palabras producen piezas lingüísticas que pasan a formar parte de un acervo que varía y que termina por convertirse en un producto histórico que limita y determina las posibilidades de una nueva creación léxica. Los diccionarios se convierten en un espejo, pues si bien no registran la totalidad de palabras que existen en una lengua, nos aproxima mínimamente a las que son más usadas en una época determinada. Por ejemplo, en el diccionario de Núñez de Taboada, fechado en 1853, la palabra nostalgia se asocia a un mal patológico que se manifiesta a través de una fiebre hética que puede consumir al paciente. Por lo tanto, aquel que padece nostalgia no sólo se encuentra triste, sino enfermo de muerte:
nostalgia, s. f. Patol. Especie de enfermedad causada por un deseo violento de volver á la patria, al país natal. El nostálgico comienza á sentir un decaimiento y tristeza que le consúmen lentamente, después suele presentarse una fiebre hética, que conduce por lo regular á la muerte.
Esta poesía léxica aún se mantuvo en la 22ª edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, que consagra dos acepciones asociadas a esta palabra:
nostalgia. 1. f. Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos.|| 2. f. Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida.
El léxico –las palabras que utilizamos día con día, ya sea que estén o no el diccionario– varía de acuerdo al contexto cultural y las necesidades de las sociedades. Esta variación se refleja en la forma y el significado de las palabras que se emplean y se producen, así como en el monto de este acervo intangible. Los diccionarios, como lo afirmé hace un momento, suelen convertirse en un espejo de este acervo: así, en el siglo XIX, la nostalgia era una enfermedad mortal, mientras que ahora se reduce a un estado emocional.
Tesoro del destino para toda la vida
Lebenslangerschicksalsschatz y Beinaheleidenschaftsgegenstand son palabras completamente gramaticales y válidas, pero que aún no se han establecido en la norma lingüística que ejerce la mayoría de los hablantes de alemán; en consecuencia, resultan anómalas, aunque no indescifrables. Algo semejante a lo que percibiría un hispanohablante luego de escuchar o leer palabras como bonitoso, rafaguear, desbañarse o encuaresmarse.
Todas estas creaciones léxicas corresponden con ocasionalismos, es decir, palabras con una vida fugaz que no logran establecerse en la lengua, pero que los hablantes acuñan para subsanar necesidades expresivas muy específicas.
Así como el español ofrece una infinidad de afijos para producir nuevas palabras, el alemán ofrece mecanismos de composición a sus hablantes para que amplíen su inventario léxico. La composición, como procedimiento lingüístico de formación de palabras, consiste en la aglutinación de dos o más palabras para expresar un significado único y constante. En español, diente de león es un compuesto, pues las tres palabras que lo conforman se han “fusionado” para expresar el significado de ‘planta’. El alemán es muy rico en procesos de composición de palabras, que dan lugar a compuestos no muy largos:
• Brief + Träger = der Briefträger
‘carta’ + ‘portador’ = ‘portador de cartas’ → ‘cartero’
• fahren + Gast = der Fahrgast
‘viajar’ + ‘invitado’ = ‘invitado que viaja’ → ‘pasajero’
• Fuß + ball = der Fußball
‘pie’ + ‘pelota’ = ‘pelota para el pie’ → ‘balompié’ o ‘futbol’
• Kugel + Schreiber = der KugelSchreiber
‘bola’ + ‘escribano’ = ‘la bola que sirve como escribano’ → ‘bolígrafo’
• Bus + halten + Stelle = Bushaltestelle
‘camión’ + ‘parada’ + ‘sitio’ = ‘sitio donde para el camión’ → ‘parabús’
Y también producen compuestos kilométricos, como el siguiente vocablo que tiene 64 grafías, una extensión semejante a la de dos de nuestros abecedarios:
• Rindfleischetikettierungsüberwachungsaufgabenübertragungsgesetz
‘Ley sobre la transferencia de las obligaciones de vigilancia del etiquetado de la carne de vacuno’
Por lo tanto, y a pesar de ser fugaces, las palabras Lebenslangerschicksalsschatz y Beinaheleidenschaftsgegenstand existen y son gramaticales en el alemán. El carácter fugaz de ambas contrasta con la permanencia de su significado, que las vuelve aún más entrañables: ‘tesoro del destino para toda la vida’ y ‘anhelo al que uno aspira, pero que no es suficiente’, respectivamente.
Nadie duda del poder que tienen las palabras. Hay en su estructura toda una magia capaz de construir y destruir: a través de una palabra, un desconocido se vuelve conocido; y si ponemos la paciencia y el cariño apropiados, precisos, quizá ese conocido termine por estrecharse con nosotros hasta volverse nuestro prójimo; y si las mutuas coincidencias y concordancias lo permiten, acaso ese prójimo antes desconocido pueda ser en quien depositemos el tesoro de nuestro afecto, de nuestro amor: se convertirá, entonces, en nuestro Lebenslangerschicksalsschatz.
Ficción y realidad
La anécdota que relaté al inicio de este texto es ficticia: no existe un lugar llamado Farhampton, como tampoco existen Klaus, Ted o Victoria. De hecho, esta remembranza forma parte de la serie How I meet your mother, que tiene como escenario la ciudad de Nueva York. Los personajes son igualmente ficticios, pero no por ello menos cercanos a nosotros.
Sin que lo advirtamos, las grandes ciudades pasan a formar parte de nuestra vida. De una u otra manera están en nuestra memoria la Ciudad de México, Madrid, París, Tokio, Buenos Aires y, claro, Nueva York. Además de ser centros políticos, económicos, culturales y sociales también se han convertido en protagonistas de nuestra vida. No hace falta que vivamos en ellas; incluso, no hace falta tampoco que las hayamos visitado, pues se nos revelan a través de películas, series, libros y canciones. Nueva York, quizá como ninguna otra, es la favorita para el papel protagónico en el catálogo de ciudades cosmopolitas, incluso cuando se cubre bajo el velo de otros motes, como el de Ciudad Gótica.
Nueva York tiene esa magia que convierte la ficción en la más perceptible realidad y la ficción se vuelve tan palpable como la más asible de nuestras realidades.