Una ciudad es un sistema de signos y es el caótico reglamento que los relaciona. Una ciudad es un relato portentoso. Nueva York es el modelo a partir del que se evalúa al resto de las ciudades del siglo XX. Es la novela que fundó un nuevo canon literario. Como un clásico, ha sido leída por todos. Así sea que sólo hayamos hojeado un capítulo, una cita, un fragmento, dos o tres palabras, una avenida, dos películas o un partido de los Knicks. La urbe de hierro es una edición inacabable que se autocorrige y se reescribe en estaciones del metro, barrios, guiones y novelas. Y es el texto cuyos márgenes anotamos en este segundo número de glosario.
Una lectura implica una versión personal de la ciudad; una versión es por lo tanto otra ciudad, única. Cada lector obtiene, en la lectura, su propia Nueva York, cada uno la habita desde su enciclopedia y su sensibilidad particulares. Puede ser una anécdota, la aspiración de toda la vida, el epicentro del mundo o el símbolo de la decadencia. No hay texto sin lectores, ni ciudad sin habitantes. En nuestra revista lectores son habitantes.
Lectores queridos, los invitamos a nuestras Nueva York, sean bienvenidos, aquí están las llaves de la ciudad para que la habiten dialogando con nosotros.