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El primer número de glosario tiene como objeto por anotar a Superman, todos los Superman: los de los cómics, los de la televisión, los del cine. Porque si alguien puede motivar el comentario es un octagenario extraterrestre que sirve como intersección de discursos muy distintos. Hay Superman para finales de la década de 1930 y para series radiales y series animadas en la década de 1940. También existe en 1950, en plena Guerra Fría; y en los agitados 1960 y 1970. Aparece edulcorado en 1980; muere, revive y se multiplica en 1990. Y continúa buscando textos para habitar en las dos primeras décadas del siglo XXI.
Así que menos que anotar películas o cómics, cuando se revisa a Superman, lo que se revisa es al lector. No hay manera de escapar al superhéroe primigenio. Se puede seguirlo, preferirlo, rechazarlo o desconocerlo, con plena consciencia de su desconocimiento; pero no se puede evitar responder a él. Sobre sus espaldas se asienta la ideología cambiante y acumulada del imperio más poderoso del siglo XX, sus crisis, sus cuestionamientos, sus aspiraciones y, no hay cómo negarlo, su ingenuidad.
Lectores queridos, confiamos en que el Superman de Sandra, Noemí, Luis Gerardo, Juan Carlos o Joel, primero les roben algunos minutos de su tiempo y después los inviten a acrecentar el diálogo interminable que se gesta cuando quien lee, responde.
