Superman: ¿un marginado o un dios?

1 septiembre, 2019

por Sandra Reyes Carrillo

No sé absolutamente nada sobre Superman. Nunca leí ningún cómic, ni vi ninguna película, ni escuché ninguna serie radiofónica, ni leí ningún libro ni tuve plática alguna con nadie sobre Superman. Lo único que se me viene a la mente cuando pienso en el personaje es la imagen de un hombre de ojos claros vestido con ropa entallada de color azul y rojo, una capa y una “S” en el pecho. En otras palabras, sé quién es Superman, pero no sé nada y nunca me interesó saber nada sobre él.

Nací en 1987. Mis primeros recuerdos sobre superhéroes me remiten al Batman de Tim Burton. Cuando tenía unos cinco años, Sonric’s lanzó al mercado unas cajitas de dulces con figurillas coleccionables. De todas las colecciones que salieron —Looney Tunes, Patoaventuras, Chip y Dale, Los Picapiedra, La Sirenita, etcétera— la que más recuerdo es la de Batman: nunca olvidaré la figura del Pingüino, la del Pato, la de Gatúbela e incluso la del mayordomo y la del payaso. Recuerdo también la película. Pero en esas memorias no está Superman. De Superman no hay película, no hay figurillas coleccionables ni personajes siniestros —memorables— a su alrededor.

Les pregunto a mi mamá y a mi hermana qué saben sobre Superman y me cuentan muchas cosas, pero lo primero que se me graba es que Superman es un extraterrestre. De pronto, aparece en mi mente una granja, la granja de los Kent, y con ella recuerdo Smallville. Creo que mi primera gran oportunidad para conocer al superhéroe llegó con la serie de Warner, en el año 2001, cuando tenía catorce años, pero no lo hice. Tuve diez años más, los mismos que duró la serie transmitiéndose, para engancharme con la historia, pero tampoco lo hice. Mi hermano era fiel seguidor de esta producción, y alguna vez debí de haber visto uno que otro capítulo con él, pero no más.

“Un extraterrestre”, me dicen, y como dos de mis personajes favoritos son extraterrestres, me intereso. Soy un lienzo en blanco. No sé cuál es la mejor ruta para iniciarme en el personaje, por cuál película empezar, o qué leer, pero finalmente veo la película de Henry Cavill por sugerencia de mi hermana. No sé si es la mejor elección. No sé si debo conocer la historia de Superman por la película de 2013, pero sí sé que es la única que está en Netflix, y así lo hago.

Kryptón, el planeta donde ha nacido Superman, está a punto de colapsar, por lo que sus padres deciden llevar a cabo un plan: enviar a su bebé al que “parece ser un pueblo inteligente”. “Será un marginado”, dice su mamá; “Para ellos será un dios”, dice su papá. Y ahí está Superman, en el planeta Tierra, inadaptado, sufriendo, no sabe qué le pasa ni sospecha de dónde viene, aunque pronto lo descubre. No deberá revelar su potencial, pues la raza humana no está preparada para ello; lo condenarán, pues los seres humanos rechazamos lo que no entendemos.

En las primeras escenas, Superman, en su versión de adulto, aparece auxiliando a unos hombres en una torre que se incendia en medio del mar. Luego, de adolescente, aparece ayudando a sus compañeros del colegio, que junto con él acaban de tener un accidente. En estas escenas, desde luego, Superman presta su ayuda tratando de no ser visto. Es un hombre bueno, así lo han criado sus padres: noble, de buen corazón. Su padre lo ha enseñado a encauzar sus poderes por el camino del bien. Cuando en su infancia otros niños se burlan de él, cuando lo amedrentan, tiene muchas oportunidades de usar su fuerza, de defenderse, de lastimarlos, pero no lo hace, se reserva: nadie puede enterarse de sus superpoderes.

Una de mis editoriales favoritas tiene en su catálogo un libro llamado Los superhéroes y la filosofía. Desde luego, uno de los capítulos de este libro está dedicado a Clark Kent: “La auténtica verdad sobre Superman (y sobre todos nosotros)”. En él, Waid, el autor del capítulo, se refiere a Superman como el abuelo de todos los superhéroes, como una “institución cultural”. Será lo que será, pero conmigo, hasta ahora, Superman había cumplido muy bien su objetivo: no darse a notar, pasar desapercibido en la Tierra. Y no sé cómo llegó a pasar. No es que no me gusten los superhéroes, me gusta Spiderman y me gustan todavía más los X-Men, pero para mí que a Superman lo atropelló Batman con su batimóvil justo en el momento en el que pudo llegar a interesarme: mi infancia. ¿Quién de mi generación no recuerda la letra de una cancioncilla que sonaba a principios de los noventa en cualquier primaria de México?:

Batman y Robin en su batimóvil.
Y Batichica en su bacinica. ¿Y Guasón?, bajándose el calzón.

De Superman, no hay canción; no hay memorias del extraterrestre de Kryptón en mi infancia. Por supuesto que para mí, entonces, Superman es un marginado, no un dios. Superman tiene superpoderes, pero Spiderman también los tiene, y mejor aún, cualquiera de nosotros podría convertirse en Spiderman de la noche a la mañana, porque el hombre araña primero fue un hombre común y corriente y con eso sí que puedo identificarme, pero ninguno de nosotros podría ser nunca Superman. Además, si bien no cualquiera de nosotros podría ser Batman, sí que cualquiera de nosotros podría imaginar en algún lugar del mundo a Batman, ese hombre multimillonario, inteligente, fuerte, cuyo destino está claramente definido por la gran tragedia de su infancia: el asesinato de sus padres. Superman, entonces, me parece lejano. Me gustan sus suporpoderes, pero también me gustan los superpoderes de Tormenta, y de Cíclope y de Mystique y de Wolverine. Sí, Superman puede ser el abuelo de todos los superhéroes, pero me parece ajeno. Efectivamente, Superman es un alien.

Cuando leo, cuando veo alguna película, inconscientemente busco características para identificarme con los personajes, pero Superman me parece inalcanzable. En la película de Henry Cavill, cuando finalmente revela sus poderes, sucede lo que tenía que suceder, lo seres humanos no lo comprenden. Ah, pero la Tierra está en peligro, y él está para salvarnos, él está para dar su vida, porque el villano de Kryptón es lo que reclama. Y así es como pronto los terrícolas descubren que Superman está de nuestro lado, quiere salvar la Tierra y por eso debemos apoyarlo.

Superman: ese personaje tan bueno y tan poderoso y tan fuerte y tan guapo; ese personaje tan centrado y tan sacrificado. Waid tiene razón cuando dice que la afirmación moral más genuina que cabe hacer con respecto a Superman es que, ocurra lo que ocurra, siempre antepone la necesidad ajena a la propia. ¿Actuamos así nosotros? Considero que no. Pero ahí está Superman, ese personaje perfecto, tan humano, pero paradójicamente tan inhumano, ese hombre de acero, ese ejemplo a seguir, ese superhéroe que lo tiene todo.

Escribir sobre Superman sin conocer en absoluto a Superman me ha parecido revelador. A decir verdad, no pretendo decir por qué Superman es o no es el mejor superhéroe. Lo que trato de hacer es conocer a Superman y tratar de descubrir por qué no lo había hecho antes. Finalmente, he llegado a una gran conclusión, la cual encierra la verdadera respuesta acerca de mi nulo interés por Superman: en mi infancia, a inicio de los noventa, si un superhéroe figuraba en el cine y si la mercadotecnia estaba enfocada en algún personaje, ese personaje era Batman: un ser perfectamente humano, marcado por la tragedia y, por ello, cercano, próximo.

Alrededor de Batman existían muchos personajes, siniestros, dementes, y por ello, atractivos e interesantes. Superman, ahora puedo verlo, es un “infiltrado” que lo tiene todo, que ha sido superdotado a priori, es decir, un personaje que tiene poderes sin haber pedido poderes, así ha nacido, no es un justiciero, y a mí me gustan mucho los justicieros. Además, Batman es multimillonario, y quién de niño no soñó con ser multimillonario, como Ricky Ricón o como Rico McPato.

Cierro los ojos e imagino a Batman, oscuro, enmascarado, impecable, misterioso, elegante; veo su mansión y su batimóvil y su baticueva; luego, imagino a Superman, perfecto, brillante, con sus colores primarios, sus ojos azules y hasta un cairel en la frente, glorioso, y una vez más, lejano. Tengo una construcción particular de Superman, que quizá no tenga nada que ver con el personaje original, pero, ¿por qué interesarse en Superman cuando ha llegado primero Batman? Ya no hubo espacio, ya nunca hubo espacio para el último hijo de Kryptón, hasta ahora. Sin duda, hay mucho de Superman por descubrir, Kal-El no se reduce a la película de Zack Snyder, al contrario, Kal-El tiene poco más de ochenta años, así que si usted quiere compartir una guía que me diga cómo empezar a leer o a conocer a Superman, o si usted quiere decirme por qué Superman es mejor o más interesante que Batman, no dude en hacerlo.

1 Comment

  1. Siento una hueva inmensa por Superman a no ser por algunos detalles. Parece fabricado por algún grupo religioso y como para no decir que es una clase de deidad le inventaron la Kryptonita. Me impactó saber que existe la muerte de Superman, lo supe por un videojuego y unas tarjetas, eso lo hace interesante, trágico y por supuesto muy a lo greco latino.

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