por Rolando Abúndez
Mientras la humanidad luchaba contra el CUERPO, ese ente invisible y fantasmagórico que mantenía a raya a todos los países, el cuerpo de Elisa comenzaba sus propias batallas.
Corría el año 2120, el 15 de abril Elisa cumpliría 15 años y a finales de mes se conmemoraría en todo el mundo el centenario del Great Crash, evento que marcó el inicio de un nuevo orden mundial. El CUERPO, conocido entonces como COVID19, colapsó las economías de todo el mundo y definió un nuevo estilo de vida en todas las sociedades que habitan el globo terráqueo.
Elisa salió de la regadera y se enredó en la cabeza una toalla a manera de turbante para secarse el pelo. Se paró frente al espejo desnuda y observó su pubis y el vello que lo cubría, frunció los labios en señal de desaprobación; odiaba tener un pubis peludo y en ese momento decidió que lo depilaría para su cumpleaños. Levantó lentamente la vista y la detuvo frente a sus pechos, sin pensarlo, como si una fuerza ajena a ella le pidiera hacerlo, con ambas manos tocó sus pezones rozados que al momento se erigieron firmes provocando que toda su piel reaccionara y se pusiera “chinita”. Un frenesí hasta entonces desconocido para ella hizo temblar su cuerpo durante unos segundos en los que no supo qué hacer.
Aunque la palabra CUERPO cada vez aparecía menos en los medios y la gente trataba de no mencionarla en sus conversaciones, el CUERPO regía todos y cada uno de los aspectos de la vida de los ciudadanos. Si bien habían pasado cincuenta años desde la última vez que alguien muriera a causa del temible virus, los gobiernos, ahora todos totalitarios, tomaban el estandarte del CUERPO para justificar sus políticas públicas; todo se hacía por, para o en contra de la amenaza biológica que hacía cien años había cambiado la historia de la especie humana.
La pantalla de 19 pulgadas que Elisa usaba para estudiar estaba llena de rostros adolescentes como el de ella. Su clase consistía de 35 compañeros a los que nunca había saludado en persona; muchos de ellos ni siquiera sabía quiénes eran pues, aunque no estaba permitido por la reglamentación escolar, usaban una aplicación que en vez presentar su rostro real, lo sustituía por una animación con las características que el usuario decidiera ponerle. Así en las clases que se transmitían a diario mediante streaming en los recuadros donde aparecían los asistentes se podían ver caras de perro parlantes, personajes de caricatura, o hasta alimentos humanizados como un mango con ojos, nariz y boca.
Los ciudadanos fueron cediendo poco a poco sus derechos civiles a los Estados en pro de la preservación y bienestar de la especie humana. La vigilancia digital apareció como la esperanza que salvaría al mundo y después de cien años, el término “esfera privada” había desaparecido del colectivo social. Los millones de cámaras dispuestas en “todas partes” mantenían en observación permanente la vida de todos los ciudadanos con el objetivo de cuidar el bienestar social. Desde finales del siglo XXI y gracias a los tratados de Nueva Delhi, los gobiernos, copropietarios de las empresas más importantes de telefonía digital e internet, tuvieron pleno derecho de uso de los datos privados de cualquier persona que poseyera y usara un aparato de comunicación con conexión a la internet. Así, los gobiernos desde hace por lo menos treinta años saben dónde está cada ciudadano, con quién está, qué hace, qué busca, qué piensa, qué come, qué compra, a dónde se dirige y hasta cómo se encuentran sus signos vitales; todo esto entregado en forma voluntaria cada vez que el ciudadano da clic en su dispositivo ya sea para pedir comida, buscar una dirección, compartir una ubicación, enviar un mensaje de texto, buscar artículos de primera necesidad o revisar reseñas de libros.
Al igual que sus compañeros de clase, Elisa pasó la mayor parte de su infancia en casa. Su cuerpo tonificado, nalgas duras y piernas largas y torneadas eran resultado de cientos de horas de videos en los que miles de entrenadores personales, unos gratuitos y otros de pago, compartieron rutinas, dietas y regímenes para tener el cuerpo que ellos tanto lucían en pantalla. En toda su corta vida, Elisa apenas había interactuado en persona con otros chicos de su edad una veintena de ocasiones. La primera que recuerda fue cuando hizo su primera comunión y sus padres organizaron en casa una pequeña recepción de 10 personas –el máximo autorizado por las autoridades y previo permiso que tomaba tres meses en conseguirse– otros encuentros se dieron cuando fue invitada a las ceremonias de primera comunión de “amigas” suyas y la más memorable, por ser la primera vez que estuvo reunida con “mucha” gente en un sólo lugar, fue cuando terminó la primaria y la escuela organizó una ceremonia de entrega de reconocimientos a la que hubo que asistir con certificado de salud en mano, emitido el mismo día, para tener acceso al salón de actos.
Los ciudadanos del siglo XXII son, en general, personas distantes en el sentido literal de la expresión. Las muestras más emotivas de cariño se dan cruzando los brazos al tiempo que se colocan las manos en los hombros, no del prójimo, si no de uno mismo; como si fuera un auto-abrazo. Poner las palmas de las manos juntas a la altura del pecho, Namaskar mudra, es una de las aportaciones más importantes de la India para el mundo, se convirtió en la forma universal para saludarse en toda circunstancia social. En la intimidad del hogar las cosas no eran muy distintas, la sexualidad, por ejemplo, se había centrado sobre todo, en la auto-complacencia; no es que no se deseara al otro, pero el temor al contagio o transmisión se internó en la psique social; la amenaza de ser portador del CUERPO se convirtió en la mayor preocupación de los ciudadanos del siglo XXI. No había culpa más grande que cargar que la de haber contagiado al ser más querido. Las parejas planificaban con seriedad un encuentro en el que tendrían sexo, no se dejaba nada a la espontaneidad, había soluciones especiales con las que había que bañarse para dejar el cuerpo libre de gérmenes, aunque siempre estaban los besos; la saliva era algo que no se podía controlar porque aunque se usaran enjuagues bucales, la saliva es una secreción, de manera que en general las parejas preferían no besarse para no correr riesgos.
Cumplir 15 años implicaba varios cambios sustanciales en la vida de Elisa; tendría permiso para ser contratada por alguna empresa como empleada eventual y de medio tiempo, podía comenzar a viajar por el país acompañada de un adulto –siempre y cuando cumpliera con toda la tramitología necesaria– y también, tendría acceso a los sitios web para adultos. La sexualidad no era un tema nuevo para Elisa; en meses pasados había encontrado una caja con pertenencias de su abuelo que había muerto algunos años antes de que ella naciera. Allí encontró un disco duro externo muy viejo, de los que requerían cables para conectarse a una computadora. Tuvo que buscar en las tiendas de viejo, virtuales, para conseguir un adaptador que le permitiera ver el contenido del mismo. Y allí, en una carpeta con el nombre “P” encontró una serie de videos para adultos muy viejos, de los años cincuenta del siglo pasado. Y fue así que descubrió todas las cosas que se podían hacer con su cuerpo.
Los Estados del S. XXII seguían con la misma división política del S. XXI, pero después del Great Crash, como se le decía en los libros de historia, cada país fue dividiendo sus territorios en Cuadrantes. La mayoría tenía tres, A, B y C, y algunos, los más pobres y populosos tenían un cuarto cuadrante al que denominaban cuadrante Cero. El primer cuadrante era el de las zonas privilegiadas, normalmente destinado a políticos, empresarios y cualquiera que pudiera pagar los precios estratosféricos de las casas y servicios de la zona. En el cuadrante B viven entre el 30 y 40 por ciento de la población, la clase media que normalmente se dedica a servicios profesionales, servidores públicos de mandos medios, comerciantes, micro-empresarios, artistas y todo aquél que fuese sujeto de crédito en las instituciones bancarias. El cuadrante C, desconocido por la mayoría de los residentes de los cuadrantes anteriores, vivía el resto de la población; un submundo miserable en el que la vida era “insoportable y peligrosísima” según los habitantes de los cuadrantes A y B. Finalmente, el cuadrante Cero era el inframundo, lugar al que nadie le importaba lo que pasará en él.
Todas las tardes, mientras los padres de Elisa se encerraban en los cubículos construidos ex profeso para hacer home office, ella también se encerraba en su cuarto para entretenerse con los videos del abuelo. Fue en esas tardes en las que Elisa quiso saber cómo se sentiría tener los labios de un chico rozando los suyos, y cómo sería tener su lengua moviéndose frenéticamente en su boca. Quería sentir otra piel distinta a la suya, se moría de ganas por besar y probar la virilidad de un chico. Su mano, inquieta entre sus piernas era el único consuelo que satisfacía sus deseos. A los padres de Elisa, los videos del abuelo les resultarían aberrantes; dos cuerpos frotándose mutuamente e intercambiando fluidos. ¡Todo un cultivo de infecciones, una practica sencillamente suicida! Para Elisa aquellas escenas tenían tintes de todo , menos de sucias o suicidas, y cada vez que se encerraba a verlas, sentía más y más deseos de tocar a un muchacho, uno que ella imaginaba con el rostro de uno de sus compañeros de clase y el cuerpo de uno de sus muchos instructores virtuales.
En el S. XXII el cuerpo humano es, sobre todo, el vehículo que transporta enfermedades, la peligrosa puerta por la que el CUERPO puede colarse y matarnos. La irrupción del CUERPO –cuyo nombre en español deriva del acrónimo CORP, que durante el Great Crash se usó para abreviar la expresión Corona Pandemia– no sólo aisló a los individuos, también separó al individuo de sí mismo, haciéndole pensar que su cuerpo era una especie de mal necesario; una extensión peligrosa de la mente por la que podía recibir placer, al mismo tiempo que muerte.
Lo único que Elisa conocía del cuadrante C era al hombre que dos veces por mes venía a cortar el césped al frente de su casa. Decir que lo conocía era apenas una suposición porque aquellos hombres estaban obligados a usar trajes de trabajo que les cubrían la totalidad del cuerpo. Su uso no era para protegerlos a ellos, sino para proteger a los habitantes del cuadrante A y B. Tenían estrictamente prohibido quitárselo mientras trabajaban, de manera que Elisa apenas si reconocía un par de ojos oscuros que tímidamente, a veces, dirigía la mirada hacia las casas de las que solo conocía la fachada.
Aquella mañana Elisa acaba de recibir una alerta en el celular que le avisaba que un dron de Amazonia, la tienda con entrega a domicilio más grande del mundo, acaba de dejar un paquete en la puerta de su casa. Salió y lo primero que vio fue la cajita de cartón en el suelo, tomo un par de guantes del dispensador colocado a un lado de la puerta y la levantó mientras leía su nombre en la etiqueta. De repente un ruido, que más bien parecía un quejido la distrajo, “Ay, ay, ay” la voz venía del jardín; el jardinero, metido en su traje de trabajo se golpeaba el estómago y las costillas, y entonces pasó lo que Elisa nunca se habría esperado, el hombre abrió el zíper delantero del traje, se quitó la capucha que cubría su cabeza, se sacó el traje que cubría sus brazos y dorso, y quedó en una playera sin cuello de manga larga mientras seguía aquejándose de un dolor insoportable “Ay, ay, ay”, se quitó la playera y ahí quedó en medio del césped con el torso desnudo, pellizcando algo con la mano cerca de su ombligo. Soltó un último quejido y se quedo mirando entre sus dedos el pequeño cuerpo de una abeja que se había colado en su traje y le había clavado su aguijón. Una roncha roja delataba el lugar del piquete. Entonces levantó la vista y se encontró con la mirada de Elisa que con la boca abierta lo veía desde la puerta de su casa. Él le sonrió y ella, al darse cuenta de que la estaba mirando cerró la boca y se metió corriendo.
Durante el Great Crash las redes sociales inundaron los muros de los usuarios con información sobre el CUERPO, había de todo, fake news, remedios caseros para evitarlo o curarse del mismo, sesudos artículos científicos y no científicos sobre las causas y origen del mismo, posts con ligas a libros y videos que hablaban sobre teorías de conspiración hasta que un fatídico día el gobierno hindú emitió un comunicado en el que prohibía estrictamente publicar, compartir, crear, escribir o grabar cualquier información relacionada con el CUERPO so pena de dos años de prisión a quien infringiera la disposición. En medio de la emergencia sanitaria y en plena cuarentena nadie en la India tuvo o quiso levantar la mano en señal de protesta. Sólo el gobierno estaba autorizado a emitir comunicados al respecto. La medida fue bienvenida por el resto de los gobernantes y aprovechando que el mundo estaba literalmente confinado, la prohibición global fue el primer paso al totalitarismo que cien años después seguía funcionando aparentemente “bien”.
La imagen del dorso desnudo del jardinero persiguió a Elisa por dos semanas, casi todas las noches tuvo sueños en los que aquel joven la besaba apasionadamente mientras sus lenguas se enredaban. Ambos, siempre con el dorso desnudo, se abrazaban frenéticamente. La piel de Elisa se derretía al contacto con la piel morena y sudorosa de quien ni siquiera conocía su nombre. En otros sueños ella era la que lo desnudaba por completo y recorría su cuerpo con ambas manos, una noche, perdida en sus sueños, sintió vívidamente cómo el dedo medio del jardinero se perdía en su entrepierna, y el gemido que emitió la despertó bañada en sudor. Fueron quince días febriles, en los que pasó horas y horas viendo los videos de su abuelo, quince días de constante masturbación, hasta que por fin, llegó el día de poda y el jardinero volvió enfundado en su traje a cortar los arbustos y el pasto.
Al escuchar el primer chasquido de las tijeras para podar, Elisa, sin pensarlo, salió a la puerta y desde ahí observó al jardinero, quería cerciorarse de que fuera la misma persona que le había robado el sueño por dos semanas. El joven sintió su mirada y detuvo su trabajo, levantó la vista y le sonrío, aunque ella no pudo ver su sonrisa porque la capucha le cubría todo el rostro. Ella reconoció sus ojos y con determinación le lanzó a los pies una bolita de papel que él, sin entender muy bien lo que pasaba, tardó unos segundos en inclinarse y recoger el proyectil. Ya de pie, miro a Elisa y abrió los brazos echando la cabeza hacia atrás en señal de pregunta. Elisa, un poco desesperada movió las manos indicándole desenvolver el papel. El jardinero asintió con la cabeza. Quitándose los guantes para poder desenvolver la hoja leyó, sorprendido, “Ve al patio trasero”. Cuando levantó la vista, Elisa ya había desaparecido.
Fueron muchas las vacunas que se produjeron meses después del Great Crash, casi todas con fallas. Después de cientos de pruebas se obtuvo una con buenos resultados, pero el virus mutó velozmente en nuevas versiones y al COVID19, se sumaron el COVID19A, COVID19B1, COVIDZ1A y otras veinte cepas, de manera que aunque se gastaron miles de millones de dólares en el desarrollo de vacunas, los gobiernos decidieron ventajosamente conservar a la población en aislamiento permanente hasta que éste se hizo cotidiano. No hubo, en toda la historia de la humanidad, mejor estrategia política que tener un enemigo permanente, mutante e invisible al cual vencer; una guerra en la que casi nadie moría, pero aterrorizaba a todos.
Se miraron de frente. Elisa le indicó que se quitará la capucha y él, temeroso obedeció. Era un joven moreno de ojos vivaces. Se miraron por algunos segundos en medio de un denso silencio. Ella se acercó a él quien instintivamente reaccionó dando un paso hacia atrás; sabía muy bien su lugar y no quería perder su empleo, o peor aun, ser detenido. Elisa lo detuvo sosteniendo su brazo y acercó su rostro al de él, inhaló profundamente y aunque no supo exactamente a qué olía, no le desagradó –las feromonas habían cumplido su misión–. Acercó sus labios aun más a los del joven jardinero hasta rozarlos. Él, con los brazos tensos y los ojos como platos seguía paralizado sin saber qué hacer. Una voz de mujer adulta gritando el nombre de Elisa espantó a ambos y él salió corriendo hacia el frente de la casa colocándose torpemente la capucha.
Habían pasado dos meses desde aquél primer encuentro accidentado. En la siguiente visita Elisa supo que aquel joven jardinero se llamaba Felipe, que tenía 17 años y que vivía en Cuadrante C. En todos sus efímeros encuentros hablaban muy poco, preferían, sobre todo ella, aprovechar el tiempo en explorarse. La siguiente visita de Felipe sería justo un día antes del cumpleaños de Elisa y ella planeaba festejarlo perdiendo su virginidad con aquel joven que la obedecía sin chistar; aun no sabía cómo, pero ella se las arreglaría para darse ese singular regalo de cumpleaños.
En todo el mundo los gobiernos se preparaban para conmemorar el centenario del Great Crash; el mundo finalmente parecía listo para anunciar que la ciencia y uso de la Big Data habían ganado la batalla al CUERPO y que a cien años de su irrupción, el ser humano estaba listo para iniciar una nueva etapa, que todos los sacrificios sufridos por generaciones habían valido la pena y que era tiempo de perder el miedo, sacudirse la sombra de un virus que por cien años había regido nuestras vidas. Era momento de comenzar a festejar y dejar atrás la conmemoración y así lo demostrarían con desfiles y eventos, que por primera vez, en décadas, serían multitudinarios.
Hacía dos semanas que Elisa había logrado consumar sus deseos a plenitud. Estaba feliz de asistir, por primera vez en su vida, a un desfile militar y sin mascarilla. Por primera vez veía el rostro completo de la gente que transitaba por las calles. No cabía de alegría. Sonrío y pensó en Felipe y el último encuentro que tuvieron. Cerró los ojos echando lentamente la cabeza hacia atrás mientras un sinfín de imágenes y sensaciones vinieron a su mente. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, abrió los ojos y la luz del sol bañó su rostro y la hizo estornudar ruidosamente. Miles de micro-partículas expelidas por su nariz se diseminaron entre aquélla multitud que festejaba el fin del uso de las mascarillas y los controles sanitarios. A lo lejos, la voz emocionada del presidente del país salía de los altavoces diciendo: “…hoy, compatriotas, es un día histórico, hoy después de cien años de lucha contra un enemigo implacable podemos decir que lo hemos vencido”.
Como siempre sorprendida e impresionada de esta imaginación creativa que pareciera no tener límites… un verdadero placer leerte. Del diferente material que he tenido el privilegio de leer; este lleva el reto de hacer creíble lo que podría ser la evolución después de un episodio mundial …. creo que lo cumple perfecto. Enhorabuena!
Como siempre me encantó leerte, imaginarme esa ficción que podría ser tan real pues hoy vivimos eso que nunca nadie se imaginó que pasaría, que cuando leíamos historias o veíamos películas con una situación similar decíamos que esto nunca nos iba a pasar y aquí estamos. Así que tu historia me deja pensando… Muchas gracias
Siempre reconocere el nivel de creatividad y buen gusto en tu trabajo.
El transportarme a ese momento de la historia de la vida, me hace sentir la necesidad de saber que al terminar este encierro debo salir abrazar a medio mundo. Agradezco tan excelente lectura¡¡¡¡¡
Una delicia leerte, mezclando rica imaginación con hechos y situaciones que vivimos. Podría agregar que le llamo imaginación pero ¿qué tan distantes estaremos de ese mundo? Si pienso en mis hijos como la última generación que jugó en la calle canicas, trompo y montó bicicleta con los amigos. Miro mi calle vacía con una resbaladilla, columpios y pasamanos decorativos.
Enhorabuena buena Rolando, hace mucho sentido y esta muy cerca de la realidad actual y seguramente del mundo futuro. Esta muy claro que lo que nos está sucediendo es parte de un plan maestro maquiavélico. Un abrazo
Excelente y tristisima narración, aún podremos cambiar este futuro?
Cuando inició éste año nunca imaginé que se venía un cambio, como bien lo narras, ayer escuché decir a alguien el año tres mil, habrá que modificar nuestra manera de vivir. Gracias Rol, disfruté mucho este relato.
Admiro tu gran creatividad y sensibilidad para escribir. Como siempre es un placer leerte y esperemos que la realidad no supere a la ficción. Gracias por compartirlo.
Gracias Rolando. Me encantó tu texto. Tienes un gran talento para hacer que tus lectores disfruten tus líneas. Al tiempo que iba leyendo, iba analizando cuantos cambios nos traerá esta etapa de la contingencia. Sin duda, todos los ámbitos de nuestra vida van a cambiar y de alguna manera me atemoriza que sea como tú lo describes. Aunque eso no le quita lo exquisito de tu narración.
Es una gozada leerte , como siempre solo puedo decir … wow !
Gracias 🤗
Una inquietante y maravillosa historia que no puedes parar de leer.
Te provoca miles de sensaciones al imaginar un futuro distópico derivado de esta pandemia que efectivamente nunca olvidará la humanidad.
Como siempre es un exquisitez leerte. Creatividad y sencillez al máximo
Amo leerte
Rolando, no sólo que estupenda forma de expresar tu imaginación, sino que increíble forma de escribir. Felicidades, un fuerte abrazo
Genial el texto, te agradecemos mucho abrirnos la sensación de querer leer, sobretodo la calidad y la intensión en tus escritos
Gracias tio
¡Me encantó! No sabía que escribías… Así! ¡Que bonito ‘don’ tienes! No lo dejes. 😉
Hola Rol.. Muchas gracias por este relato que me permitió imaginar un poco de ese futuro que no viviré. De un futuro más realista que esas películas que pintaban un 2020 con platillos voladores.
Me pareció un análisis social y mental muy asertivo.
En horabuena. Muchas felicidades y, nuevamente, gracias por compartir.
Muy buen trabajo Rolando.. Una lectura que resulta atrayente y una interesante mezcla entre temas actuales y siempre vigentes, en un escenario posible. Muchas felicidades.
Querido Rolando, excelente historia, muy ad hoc con la situación que estamos viviendo, un futuro que nos pudise haber parecido distópico, el cual nos costaba vislumbrar hasta que presenciamos calles vacías, mascarillas, desabasto de algunos artículos, distanciamiento social, etc.
Una historia escrita de forma sencilla, ingeniosa y descriptiva que nos transporta a ese momento y a la empatía hacia Elisa, quien nos representa a todos, a la pérdida que todos sufrimos.
Muchas felicidades!!! Un placer leerte.
Muy interesante e imaginativo.
Disfrute su lectura, gracias por compartirlo.
Mi querido amigo Rolando me encanto tu manera de escribir, esa sensibilidad de transmir en tus lines lo que nos acontece y lo que puede suceder en un futuro si no mejoramos nuestra actitud. Felicidades, y Deseo que no tenga que pasar tanto tiempo para que la humanidad siga siendo HUMANIDAD!! Un abrazo.
Rolando: muchas gracias por hacernos partícipes del talento que tienes! Disfruté y estaba a la expectativa conforme avanzaba la lectura.
En espera de la siguiente entrega te mando abrazos y continuaré compartiendo tu obra ; )