Notas de lo vulnerable

5 abril, 2020
SS Mattia Preti

por JuanKi Buenrostro García

Hace un par de semanas me dispuse a comprar un gel antibacterial, unas toallitas desinfectantes y un jabón neutro. Esas compras han sido mi rutina cada lunes desde que tengo 14 años. Sin embargo, en esta ocasión no encontré nada. En mi búsqueda, intenté en tres farmacias y no pude dar con ninguna de esas cosas. Fue hasta la cuarta opción que la señorita que atendía, algo irritada, me dijo: “No, amigo, no tenemos y no creo que haya en algún tiempo, por lo del Coronavirus”. Después de escucharla, se me pusieron las manos sudorosas, mi visión se volvió nebulosa y empecé a respirar más fuerte. Con todo el esfuerzo que pudo mi cuerpx intenté contenerme. Sólo respondí un débil “gracias” y me fui.

En ese pequeño y frágil agradecimiento se apretujaron un montón de ideas. Como si una multitud viviera en mí y quisieran hablar al mismo tiempo. De entre el gentío que se (des)organizaba en mi cabeza, salieron preguntas bastante dolorosas: ¿cómo iba a lavarme las manos? ¿Qué iba a pasar con mis cosas si no las desinfectaba al llegar de la escuela? ¿Y si me daba otra infección? Peor aún, ¿y si me daba Coronavirus? Nunca he creído ser del club privilegiado del espíritu santo, a veces creo que hasta le caigo mal al dios en turno. Ahora me doy cuenta de que no es una suposición, genuinamente me aborrecen allá arriba.

Desde hace ocho años vivo con Trastorno Obsesivo Compulsivo, o por sus siglas: TOC. Hay muchos tipos de este padecimiento, tantos que contarlos sería un ritual. Qué chiste tan malo es ése. He conocido personas que acumulan cachivaches vueltos tesoros, otras que no tienen sexo por miedo a la represalia divina, otras que, como yo, tienen miedo a infectarse. En mi caso, todas las horas del día pienso en que voy a pescarme una severa enfermedad y voy a morir. El problema es que llevo todo este tiempo comprando religiosamente mi gel antibacterial, mis toallitas desinfectantes y mi jabón neutro y nomás no me muero.

Sólo he llegado a tener la carne viva de las manos, así como gastar una cuantiosa cantidad de dinero en líquidos para la limpieza. No sé por qué, pero siento que es un deber explicar mis actitudes extrañas a familiares y amigos, aunque justificarme no cure los recurrentes episodios de ansiedad. Como resultado de lo anterior, poseo las defensas inmunológicas más bajas y posibles para un joto de 23 años.

Puedo nombrar los monstruos con los que he convivido últimamente. Escabiosis, otitis, faringitis, gastritis, colitis, cistitis, prostatitis y, la más dolorosa de todas, dacriocistitis. ¿Por qué es especialmente lastimosa esta última? Una bacteria que se desliza del ojo hasta la vía lacrimal, tanto que tapa el conducto, se daña el tendón ocular y termina por crear la sensación de una aguja que penetra el globo y, por tanto, el lagrimal. A diferencia de otros órganos, no puedes descansar un ojo como una garganta irritada. Incluso cuando duermes, los músculos oculares no paran de moverse. Nunca descanso y termina por volverse un dolor agudo que parece eterno. Un problema que no he sabido resolver, que compromete mi placer con el arte y la lectura. Ver es poner arena y cristales en mis pupilas.

Este escrito son notas de unx cuerpx vulnerable, de unx cuerpx mal llamado marginal, de una sexualidad no buga, de una salud problemática. Escritura errante de eso que llamamos normal. Eres demasiado joven para tener estos problemas, es una de las frases que escucho con bastante recurrencia la primera vez que conozco a algún médico. Ah, bien, le voy a decir a mi cuerpx que está bien chico, que deje de sentir dolor, suelo pensar y quedarme callado.

A manera de excusa, en mi silencio, me explico mi vida como un círculo vicioso de pésimos hábitos saludables: un TOC que protege al cuerpx para evitar infectarse, un cuerpx que se vuelve frágil al estar en poco contacto con microorganismos que terminan por infectarlo, infecciones que terminan por desembocar en crear mecanismos psicológicos para proteger al cuerpx y así sucesivamente. Qué profundamente doloroso es saberse mortal. Un uróboro de malas decisiones y un pésimo sentido de supervivencia.

No todo ha sido tan malo en estos años, días buenos y malos. Ha habido épocas en que convivo bastante bien con mi TOC y con las múltiples colonias de bacterias que viven en mí, otras en que siento que me han abandonado los dos. El problema es que ahora no es uno de esos momentos. Lo que me lleva a reflexionar desde mi sensibilidad, mi vivencia sobre la salud mental y física.

Hay que nombrar a las cosas como lo que son: el TOC es una enfermedad mental. Esta clase de afecciones existe, si es que llegara a haber duda, y se caracteriza por dos situaciones: primero, por generar, de forma recurrente, un montón de imágenes torturadoras, relacionados con el peligro que puede ser real o imaginario; posteriormente, el mecanismo del TOC desarrolla acciones para atender dichas imágenes. Obsesiones que tienen que ser resueltas a través de compulsiones. Parece fácil, pero no lo es. Antes pensaba que si me volvía más sabio o más fino con mis razonamientos, tendría más herramientas para no caer en el círculo vicioso de obsesión-compulsión. El problema es que entre más inteligente me vuelvo, más inteligente se hace mi TOC. Hemos crecido juntos y hemos compartido la mitad de mi vida, si así se le puede llamar a este conjunto de episodios ansiosos.

El último de estos episodios es especial para mí. Después de no encontrar mis cosas en la farmacia, una idea bastante perversa comenzó a rondar por las esquinas de mi cabeza. Tras sentir el ataque de pánico, me di cuenta de que las personas tienen miedo, sufren del temor a infectarse y morir. No somos tan distintos. En un microsegundo, pensé que no estaba solo en el mundo. Ojalá fuera en otras circunstancias y no en medio de una pandemia. ¿Esto significa que hay otrxs como yo, otrxs que tengan mis mismas pesadillas con su cuerpx?

La OMS hace lo que puede con el pavor en el mundo, con aquella parte del mundo que le interesa. Lanza algunas recomendaciones para los gobiernos, cancela eventos, intenta contener el pánico y volverlo información precisa para evitar perder vidas. Lo hizo con la influenza H1N1, con la fiebre del ébola, la cólera, el virus de Zika. Diría que lo hizo con la crisis del VIH, pero bien sabe mi pueblo que nos olvidaron durante años. Imagino que, antes incluso que yo naciera, mis hermanxs intentaron orar. Aquí la pregunta es a quién, a qué, levantarle una oración. Nosotrxs no negamos a dios, pero él sí nos ha negado a nosotrxs.

¿Cómo aprender a rezar en una religión que no sólo desaprueba tu orientación e identidad sexual, sino que se afana en negarte las posibilidades para una vida plena? No fuimos las ovejas que perdieron a su pastor, somos ovejas que fueron dejadas a propósito. Nunca fuimos culpables, ellos nos enjuiciaron de esa forma. Estoy seguro que por ahí en algún universo, tiene que haber un dios, o diosa o diosx, que le dé oportunidad de existir a cuerpxs como el mío. Y así como tiene que haber esa deidad, en el mundo humano, deben existir instituciones, consideraciones médicas y psicológicas que protejan y velen por los que son y los que no son como yo, otrxs cuerpxs disidentes.

Me gustaría que mi sexualidad no se colara en cada momento que existo, pero la vida me ha enseñado, a la mala, que no es así. Ciertas teorías hablan de la aparición del TOC en la adolescencia para hacer frente al descubrimiento de la homosexualidad, una especie de mecanismo de defensa relacionado a la evitación. Por otra parte en cuanto a salud física, hace poco hablé con una doctora que comencé a desarrollarle confianza. Llegué con ella porque un médico me había dado un diagnóstico bastante pesimista sobre mis ojos, él comentó que tenía clamidia. Me asusté y quise corroborar. Tienen que haber pruebas para desmentir o aprobar alguna suposición médica, pero yo soy crítico de arte. ¿Cómo podría saber yo sobre diagnósticos médicos?

Hijo, por favor, ten cuidado. Que tus médicos nunca se enteren de que eres gay. Si tú supieras cuántos tratamientos he tenido que remediar, incluso de especialistas, porque se van con la finta de las ITS. Me comentó la doctora después de explicarme las imprecisiones del diagnóstico del oftalmólogo, que aún existen bastantes prejuicios sobre las personas homosexuales, incluso en la comunidad médica. Después de tantos años de lucha siguen ocurriendo estas cosas. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi cuerpx no sólo resiste una vez, sino que lo hace dos veces.

Debe defenderse en contra del mundo de allá afuera, de su odio, de su imprudencia; también, tiene que protegerse de sí mismo, de las fallas biológicas y mentales que acontecen de forma interna. No es que sea posible distinguir tan fácilmente dónde comienza un acto de resistencia y dónde comienza el otro. En ocasiones se confunden, se entrelazan, son consecuentes, uno de otro. Por eso entiendo mi cuerpx como territorio de defensa, espacios donde las palabras convergen y la identidad es una búsqueda.

No preciso entender el cuerpo, la cuerpa, cuerpx en el sentido platónico o cartesiano, dual de mente y materia, res extensa y res cogitans. Entiendo cuerpx como una manera de expresar quién somos, no hay un yo que habita un montón de tendones destrozados, músculos débiles, vías lacrimales obstruidas, rituales y obsesiones. Por tanto, yo que soy todo lo anterior y más.

Otro oftalmólogo, en su momento, me recomendó llorar. Cuando escribo suelo hacerlo. La explicación médica era que la expulsión de lágrimas podría funcionar como un lavado y así ayudar a desinflamar el conducto nasolacrimal. Más allá de esa propuesta de la medicina, los aristotélicos le llamaban a este acto emocional como catarsis, los freudianos le solían decir sublimación, yo sólo creo que hay paz en las letras. He buscado un(x) cuerpx el cual habitar. Durante años esperé encontrarlo, despertar y vivir sin dolor, ahora me veo obligado a construirlo (construirme), aunque sea de tinta y papel.

Ese mismo oftalmólogo me explicó que el punto más noble de la medicina era la compasión. Qué contradictorio es que yo cite un principio cristiano. Aunque en la explicación que él me dio, la compasión tiene mucho sentido en el arte, en las letras y en compartir vivencias. En los ojos de ese médico la compasión no es otra cosa que padecer con, sufrir con el paciente al punto de compartir afecciones y buscar soluciones. Y en esa opinión, sentí que toda mi fragilidad, lo vulnerable y lo perdido que llegue a estar, no puede ser tan malo. Porque la vida que se encarna en un(x) cuerpx tiene que ser más que ansiedad en farmacias, dolores, enfermedades crónicas y los actos de resistencia, pequeños o grandes, que todes hacemos día con día.

La paz son las letras, es el arte, porque en el compartir hay una profunda sensación de alivio, padeces con. Afectarnos y sanarnos juntos, juntas, juntxs. Cuando leas esto, y si lo necesitas y mis palabras son tan tuyas como mías, no tienes que desconfiar del mundo. Porque tanto tú, como yo, ya no estamos ni volveremos a estar solos.

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