Los mexicanos son criaturas entrañables y sorprendentes. Su descripción y caracterización no caben en una definición de diccionario. Intentar abarcarlos con una palabra como se abarca a los ingleses con el adjetivo “flemático” sería un desatino. Su naturaleza es compleja, por no decir complicada, y más que sorprendente, francamente desconcertante. Pueden planear, sin despeinarse, operaciones sofisticadas en las que cada uno cumplirá una tarea específica y, con la misma soltura, pueden coincidir todos en faltar a su promesa; así las fiestas pasan de semilla de una cooperativa impecable a pachangas carentes de comida y bebida, y sobradas de vasos y hielos. Son además contraejemplo de casi cualquier teoría social o económica. Descomponen la ley de la oferta y la demanda, asocian la verdad con las tinieblas, dominan y se dejan dominar.
En esta Guía para adoptar un mexicano, Juan Carlos González recorre los intrincados corredores de la personalidad nacional. Y lo hace incorporando al análisis profundo un soberbio sentido del humor que obligará a más de uno a reírse de los otros mientras se ríe también de sí mismo, aunque, como buen mexicano, no sin un poco de culpa gozosa y fingida indignación.
Dotado de una sólida formación cultural y una fina agudeza reflexiva, el autor nos presenta un retrato de nosotros: virtuosos y fallidos, alegres y trágicos, insoportables y encantadores.